Te sitúas en el lineal de productos de limpieza para el hogar y te asaltan las dudas. ¿Cómo olerá el friegasuelos? ¿Y el detergente? Gestos inconscientes que se convierten en parte de la rutina de compra de este tipo de productos. Giras o abres el tapón y empieza la ‘pasarela’ de aromas. ¿Las marcas no han pensado en facilitar este proceso?

Recientemente publicamos un artículo donde hablamos de la novedad y funcionalidad de las etiquetas con olor, en su caso, presentes en el sector de la alimentación. ¿Qué sucede con el resto de sectores? Nos planteamos el nivel de pérdida económico que se produce en el lineal de los fitosanitarios o cosmética, por ejemplo. Abrir y cerrar un envase conlleva un posible desparrame, llámese desperdicio de producto y la consecuente falta de higiene.

No gusta llegar a casa y encontrarse con que la botella de suavizante no está del todo llena o descubrir que el desodorante se termina antes de lo esperado (¿Recuerdo que el envase anterior me duró mucho más?). Situaciones que parece que se han vuelto una normalidad para el consumidor y que las marcas podrían solventar con apuestas innovadoras en su packaging y etiquetado.

¿Y cómo se produce una etiqueta con olor?

En Etygraf contamos con la posibilidad de aromatizar etiquetas. El proceso es el siguiente, la etiqueta contiene micro burbujas con el aroma deseado (las cuales han sido adquiridas y aplicadas a la tinta serigráfica). Al rascar sobre la etiqueta, las micro burbujas se rompen y se desprende el olor.

Ahora bien, ¿este tipo de etiquetas con olor podrían ahorrarnos el tiempo de abrir y cerrar cada botella?